En las elecciones, los ciudadanos solemos votar por motivaciones emocionales más que por argumentos racionales. Gustavo Petro y Rodolfo Hernández capitalizan la frustración ciudadana y el descrédito de las instituciones. ¿Lograrán mantenerse en la cima hasta los comicios?
“Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”. Esta polémica y recordada frase fue dicha por el Gerente de la campaña del No, Juan Carlos Vélez Uribe, luego de su triunfo en el llamado plebiscito por la paz, que convocó a los colombianos a las urnas en el 2016, para respaldar u oponerse al acuerdo de paz conseguido con las Farc.
Dicha frase, que fue tomada como una confirmación de la guerra sucia y las noticias falsas usadas en esa campaña para que triunfara el No, también revela algo que pone de manifiesto una debilidad de nuestro sistema democrático: el grueso de los ciudadanos votamos por motivaciones emocionales más que racionales.
Incluso como evidencia, en una reciente investigación que realicé sobre la Consulta Popular Anticorrupción en Colombia, votada en 2018, se demuestra por medio de un análisis narrativo aplicado a políticas públicas que esta consulta “capitalizó un malestar ciudadano y significó un mecanismo para catalizar un rechazo a los sectores políticos con respecto a sus privilegios y a la corrupción, sobre todo desde una reacción emocional”.
Y eso que en los dos casos anteriores hablamos de elecciones que no involucraron votar por un candidato, sino por una idea, elegir entre un Sí y un No. Ahora, cuando las elecciones pasan al plano personal, de individuos que aspiran a ocupar un cargo de elección popular, y sobre todo cuando hablamos de las elecciones presidenciales, las emociones saltan a flor de piel.
Al respecto, en un interesante artículo, el profesor Juan Guillermo Sandoval de la Universidad de La Sabana explica que “desde una perspectiva psicosocial, la conducta electoral se puede explicar a partir del sesgo cognitivo que se produce como resultado de los lazos afectivos que surgen con las ideas y la imagen que proyecta el candidato de nuestra preferencia; esto sugiere que la elección responderá más a un proceso subjetivo, emocional, que a un ejercicio racional y ponderado que procese los datos disponibles”.
Justamente lo anterior nos lleva a los dos candidatos que lideran las encuestas más recientes para las elecciones presidenciales: Gustavo Petro, precandidato presidencial por el Pacto Histórico, y Rodolfo Hernández, candidato por un movimiento denominado Liga de Gobernantes Anticorrupción.
Mientras que Petro, desde la izquierda, es el representante del inconformismo y la frustración ciudadana expresadas desde finales de 2019 con el Paro Nacional y sus posteriores réplicas en 2021 -y exacerbadas por la pandemia y sus consecuencias económicas-; Hernández se propone como el político más distante de la política tradicional, lejano a partidos y a otros políticos, sin alianzas y recordado por sus expresiones populares y sus reacciones violentas. Es una especie de Donald Trump colombianizado: un hombre de negocios metido en política; un tipo irascible, chabacano, incierto.
Ambos, tanto Rodolfo como Gustavo, representan dos figuras políticas llamativas y personalistas. Sus movimientos políticos giran en torno a ellos. No se les asocia directamente a un partido político, lo cual es estupendo para ellos pues estas organizaciones tienen el más alto nivel de desaprobación en materia institucional con el 82% de imagen desfavorable, según el Pulso País publicado por Datexco en febrero de 2022.
Estos dos candidatos se apropian del inconformismo ciudadano con proyectos políticos que menosprecian el rol de las instituciones y que se aprovechan el descrédito en general que tienen estas para proponer gobiernos que se dicen populares, pero que tienden al autoritarismo, como ya lo demostraron ambos en sus experiencias como gobernantes: Petro en la Alcaldía de Bogotá y Hernández en la de Bucaramanga. Eran fieles representantes de la frase: “el pueblo soy yo”.
Mientras estos dos candidatos toman fuerzas, en la coalición Equipo Colombia parecen limitarse a atacar a Petro y a seguir con el legado del gobierno de Duque, si es que podemos hablar de un legado; y en la Coalición de la Esperanza no ven la hora de culminar la consulta para evitar más hemorragias internas… por ahora se limitan a hacer control de daños y a darse a conocer individualmente, generando un entusiasmo muy moderado y, por ahora, aferrado a la idea de llegar a una segunda vuelta contra Petro para ganarle a este no por entusiasmo, sino por el miedo que motiva el candidato de izquierda en un sector importante de la población.
Petro y Hernández escalan mientras los demás observan. Nada esta dicho, pero hasta el momento, son los candidatos a la Presidencia de la República que más logran conectarse emocionalmente con las personas. ¿Lograrán mantenerse ahí?
