La corrupción no puede ser, simplemente, un tema de moda. Debe ser parte fundamental en la verdadera finalización del conflicto armado…

La corrupción se ha convertido en el tema principal de los últimos días, sobre todo, por cuenta del escándalo de la brasilera Odebrecht y sus tentáculos cada vez más profundos en nuestro país. Diferentes sectores políticos, especialmente liderados por aquellos que se han erigido o propuesto como candidatos o precandidatos a la presidencia, han alzado las banderas contra la corrupción y hasta firmas andan recogiendo para realizar una consulta popular que, tienen estimado, se realice en febrero de 2018, justo en vísperas de las elecciones nacionales.

De acuerdo con diferentes representantes de estos sectores, después de “finalizado el conflicto armado nuestra gran prioridad es domesticar a la clase política y derrotar su corrupción”, según se señala en la web de la iniciativa “Vence al corrupto”, cuyos líderes visibles son Claudia López, Angélica Lozano y Antonio Navarro Wolff del Partido Verde.

Esta propuesta de movilización ciudadana con intenciones claras de ir trazando el camino para una apuesta presidencial, aunque necesaria y entendible –en tanto activa la opinión pública y la provoca para debatir decisiones de Estado que deben tomarse para frenar la corrupción que desangra las arcas públicas–, resulta tendenciosa y hasta compleja de operar en tanto propone presupuesto participativo para que los ciudadanos definan los principales proyectos en las ciudades y departamentos, desconociendo la crisis de este modelo que necesita repensarse en democracias tan débiles como la colombiana.

Incluso, esta propuesta parte de la idea equivocada de un conflicto armado finalizado, cuando la ejecución real de los Acuerdos de La Habana plantea un reto enorme que significará el éxito o el fracaso de este proceso de paz y cuya responsabilidad, esencialmente, recaerá sobre los próximos dos gobiernos que elijamos.

Desde otra banda, el ex procurador general de la nación, Alejandro Ordoñez, ahora lidera la convocatoria a una marcha el 1 de abril que también tiene entre sus temas centrales la corrupción. Ahora resulta que los extremos se encuentran y que todos los aspirantes a la Casa de Nariño son abanderados de las causas anticorrupción…

La corrupción no puede ser, simplemente, un tema de moda. Debe ser parte fundamental en la verdadera finalización del conflicto armado y la consecución de la paz. La corrupción, como el narcotráfico, es un problema estructural cuyas soluciones no encontraremos en marchas y recolecciones de firmas que, en estos casos, solo sirven para ambientar el escenario preelectoral. La solución a este problema histórico pasa por decisiones históricas, no solo de los gobiernos, sino de los ciudadanos, por ejemplo, al momento de enfrentarse a las urnas el próximo año.

De cara a las próximas elecciones, los colombianos debemos tener los ojos bien abiertos esencialmente frente a dos temas: quién garantiza un cumplimiento de los Acuerdos con miras a una real finalización del conflicto con un transito equilibrado de las guerrillas a la vida civil y quién planta cara a la corrupción con acciones serias que trasciendan el discurso y se reflejen en el ejemplo, desde la misma forma de hacer campaña política.

Nota de cierre: los colombianos tenemos la gran responsabilidad de creer en nosotros mismos, en nuestro país y en el futuro que queremos construir en él. Sobre todo los más jóvenes –a veces con tendencia a la apatía y el descontento–, debemos contribuir con acciones y seguirnos formando para hacer posible una Colombia a la altura de nuestros sueños. Dedicado a Cynthia López y a todos los jóvenes que, como ella, se permiten soñar.

Foto: imagen de referencia.

Columna publicada originalmente el 9 de marzo de 2017 en el periódico El Mundo de Medellín.