“La pasión, esa que le da ese toque especial a nuestro fútbol, puede ser también nuestra principal arma en contra”.

La Copa Mundial de Fútbol está por terminar y aunque la participación de la Selección Colombia se acabó más pronto de lo que hubiéramos querido, quedan algunas reflexiones después de los partidos, las celebraciones, los errores cometidos, lo que representan los jugadores colombianos para nosotros y cómo nos representan ellos como país.

Antes que nada, conviene resaltar que los latinoamericanos, en general, y los suramericanos en especial, casi de manera uniforme, disfrutamos mucho con el fútbol y lo elevamos a la categoría de ser el deporte rey en nuestras sociedades. Ese disfrute, que viene desde la niñez cuando pateamos nuestra primera pelota, está acompañado por una pasión que nos lleva a celebrar cada partido, su antesala, su desarrollo y la victoria, si es el caso, de forma desmedida. El fútbol parece más fiesta, más alegría, más color, si algún equipo latinoamericano está jugando. Sin embargo, el historiador alemán Stefan Rinke, en un artículo académico sobre la historia de este deporte en América Latina, también destaca esa función del fútbol en nuestras sociedades como una “válvula de escape para el exceso de agresividad”.

En primer lugar, los triunfos de la Selección Colombia se suelen acompañar por celebraciones excesivas que se traducen en riñas y problemas de orden público. Tras la victoria con Senegal en el último partido de la fase de grupos, el mismo que nos dio la clasificación a octavos de final en el Mundial de Rusia, la Dirección de Seguridad y Convivencia de la Policía Nacional registró 1.081 riñas, 39 casos de lesiones personales, 482 incautaciones de armas de fuego y 13 comparendos por conducir en estado de embriaguez. Y el partido contra Polonia, en el que ganamos 3 a 0 y que justo se cruzó con la celebración del Día de los Padres, fue aún peor, con 8 homicidios asociados a riñas, 73 víctimas de lesiones personales, 3.895 riñas a nivel nacional y la incautación de 588 armas de fuego y 35 armas cortopunzantes (datos obtenidos con información publicada por CNN en Español).

En contraste, cuando perdemos, la emocionalidad se transforma en deseos de venganza y en reproches que se traducen, incluso, en amenazas. Este Mundial, lo empezamos con “pie izquierdo” luego de que al minuto 3 de nuestro primer partido, contra Japón, Carlos Sánchez metiera la mano para impedir un gol, provocando su expulsión y un tiro penal que significó el primer tanto para los nipones, que ganarían el encuentro por 2 a 1. A los medios de comunicación, “la roca” Sánchez confesó que “ha sido un comienzo difícil para mí y recibí amenazas de muchas personas. (…) El mensaje para las personas que me han amenazado (…) es decirles que cada uno de los integrantes de esta Selección jamás va a hacer algo contraproducente para la Selección. Son partidos de fútbol, son circunstancias, cada vez el fútbol es más rápido, y lastimosamente me tocó a mí, es la primera vez que me pasa, pero el mensaje para ellos es que solo es un partido de fútbol y nosotros intentamos dar lo mejor. Un abrazo grande para ellos”. Amenazas, en un contexto en el que jugadores como Andrés Escobar ya han pagado con sus vidas errores en los mundiales, no pasan desapercibidas.

Por otra parte, esta nueva generación de jugadores, que representan una ilusión para nuestro fútbol y que nos han llevado a dos mundiales de forma consecutiva, se han convertido en referentes muy importantes para los colombianos y no es gratuito que en redes sociales se cuestione por qué les exigimos más a ellos que a nuestros políticos. Sin embargo, conviene destacar que es en nuestros deportistas, incluso en otras disciplinas, en quienes depositamos nuestras esperanzas de destacarnos, de ganar, de ser relevantes en un contexto global competitivo y exigente. En ellos nos vemos y buscamos que representen lo mejor de lo que somos.

Sin embargo, ellos, nuestros jugadores de la Selección Colombia puntualmente, también son el reflejo de los excesos de la pasión. Ver el segundo tiempo del partido contra Inglaterra es descubrir cómo, tácticamente, el equipo inglés buscó desestabilizarnos emocionalmente… buscar faltas, provocarnos, desatar esa pasión o mejor, esa rabia que hace tan difícil concentrarse en el partido y que provoca situaciones como el penal de Sánchez a Kane.

La pasión, esa que le da ese toque especial a nuestro fútbol, puede ser también nuestra principal arma en contra, no solo en el terreno de juego, sino también fuera de él, en las calles donde se celebra un triunfo o se lamenta una derrota. En la vida, cuando se toman decisiones equivocadas.

Nota de cierre: ¿hasta cuándo seguiremos padeciendo la violencia contra líderes sociales?

Columna originalmente publicada en el periódico El Mundo de Medellín, el 12 de julio de 2018.

Foto: Policía Nacional de los Colombianos