“¡Oh gloria inmarcesible! ¡Oh júbilo inmortal!”… unas doscientas voces cantaban con fuerza este himno que todos conocemos, pero que no esperamos escuchar en plena Puerta del Sol en Madrid, España.
Banderas de Colombia ondeaban victoriosas como si se tratara de una conquista. Niños y adultos tenían pintado el amarillo, azul y rojo en sus mejillas como si estuviera jugando la Selección Colombia, pero no era así…
Pancartas con mensajes y niños cargados en los hombros de los padres en un evento que no era un concierto de Juanes, ni una firma de autógrafos de James, aunque una enorme valla de todo un edificio nos recordaba el éxito de este jugador en España. “No más sed, muerte y hambre en La Guajira”, estaba escrito con letras rojas y negras en un pedazo de tela blanco.
Algunos líderes de la comunidad de colombianos en España, por medio de algunas emisoras latinas, convocaron a los compatriotas residentes en la capital de ese país a participar de una manifestación en protesta por el abandono estatal de La Guajira y la muerte por desnutrición de 4.770 niños desde 2007, según el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Mientras el gobierno de Juan Manuel Santos se pregunta si las muertes sí ocurren por desnutrición o no, y mientras una buena parte de los colombianos en el país siguen, escándalo tras escándalo, más obnubilados y aletargados frente a dramas humanitarios como éste, un colectivo de connacionales en el exterior está dispuesto a movilizarse y a hacer visible esta problemática ante la comunidad internacional.
No eran antiguos militantes de la Unión Patriótica, ni exiliados. La afinidad política de los presentes eran tan diversa como Colombia misma. Tampoco eran apátridas europeizados que simplemente critican a su país desde la distancia. No. Hace falta compromiso patriótico para salir a las calles de otro país para manifestarse por los dolores de su tierra de nacimiento.
Taxistas, locutores, vendedores de seguros, padres con sus hijos –probablemente nacidos en tierras extranjeras–, todos se unieron por una causa simple: alzar su voz a más de 8.000 kilómetros de distancia para exigirle al gobierno colombiano que defienda a su pueblo. De nada sirve hacer la paz con los violentos, cuando se ataca al pueblo abandonándolo, decía uno de los organizadores de la manifestación.
Nelson Orozco, uno de los colombianos que participó de la protesta, me decía que “es tal la magnitud del desmadre de la situación colombiana, que los que estamos fuera dijimos ¡no más! Pero desde aquí le estamos llamando la atención a los que están allá. Estamos, a manera de ejemplo, tocando esas conciencias, y diciéndole a los colombianos en Colombia, miren, si no se tocan, si no se movilizan, si no protestan, esto se va a salir de las manos”.
Esta columna busca, tan solo, comunicar este ejemplo. Un colega español me preguntaba: “¿y para qué hacen esta manifestación aquí en Madrid, tío?”. Y yo me pregunto ¿por qué no se hace esta manifestación en Colombia?
Nota de cierre: la amenaza de un atentado contra el alcalde de Medellín significa un golpe a la democracia que los ciudadanos no podemos tolerar, independientemente de nuestra ideología. El respaldo y la solidaridad con Federico Gutiérrez como representante de los medellinenses… es lo mínimo. Por otro lado, qué curiosa moda la de los toques de queda a los menores de edad en Antioquia. Como la prohibición del parrillero hombre, son medidas que se equivocan en la detección del problema. La seguridad necesita acciones contundentes, pero contra la delincuencia, no contra el ciudadano. Ojalá las autoridades departamentales se esforzaran un poco más…
Columna publicada originalmente en el periódico El Mundo de Medellín, el 25 de febrero de 2016.
Reportaje radial sobre la marcha
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