El pasado 01 de marzo las orquestas Staatskapelle, Konzerthaus y la Filarmónica de Berlín, poco dadas a conciertos conjuntos, se reunieron para ofrecer un espectáculo gratuito para los refugiados sirios en Alemania. El evento especial contó con el respaldo de la canciller alemana, Angela Merkel, y tuvo por nombre: “Bienvenido entre nosotros”.

Simon Rattle, director de la Orquesta Sinfónica de Berlín, afirmaba que “no soy la persona indicada para hablar de política, pero en cualquier caso… no deberíamos vivir en un mundo donde varios millones de personas son echados de sus países y en ocasiones no tienen siquiera a dónde ir. Tengo que decir lo orgulloso que estoy –y lo orgullosos que estamos todos– de estar en un país que realmente ha hecho algo por ayudar en esta horrible y difícil situación”.

La ayuda del gobierno de Merkel a los refugiados no se puede negar. Al principio de esta crisis, hace ya casi un año, Alemania lideraba en Europa la iniciativa de acoger a los sirios desplazados por la guerra en su país. Aunque casi todos los países de la Unión, algunos a regañadientes, aceptaron la propuesta de recibir población proveniente de Siria, pocos cumplieron con sus compromisos.

Sin embargo, esa iniciativa de puertas abiertas, que se proclamaba como un hito humanitario de una solidaria y comprometida Europa, ahora se ha convertido en una transacción de intereses que revoluciona completamente el tratamiento de esta crisis.

El pasado 7 de marzo, en una cumbre donde el bloque de los 28 se reunió con Ahmet Davutoglu, primer ministro de Turquía, se acordó que este país se comprometía a contener la oleada de refugiados sirios –incluso a recibir a los desplazados que alcancen a llegar a las islas griegas–, a cambio de más de 3.000 millones de euros para la atención de esta problemática, la eliminación de la visa de acceso a la Unión Europea a los turcos y avances en el proceso de adhesión de Turquía al grupo comunitario.

Un acuerdo –sin duda atractivo– para un gobierno turco acusado de vulnerar la libertad de prensa en su país, y que ahora aprovecha esta crisis humanitaria para sacar partido de la situación. La Unión Europea, por su parte, parece actuar debilitada y desesperada por los problemas que está afrontando al interior de sus fronteras, asociados a las crisis económicas de algunos de sus integrantes y el debate sobre el futuro de Reino Unido en la UE.

Aunque este acuerdo de los 28 y Ankara debe ser ratificado en una semana, su aprobación parece inminente y las organizaciones de derechos humanos y estamentos de las Naciones Unidas como ACNUR ya han manifestado su preocupación por los posibles incumplimientos de las garantías humanitarias de los refugiados, acogidas en el derecho internacional.

Europa, ahogada en un mar de dudas y en sus problemáticas internas, ahora le da la espalda a los refugiados que se ahogan en el mediterráneo. Turquía tendrá el dinero para atender la crisis humanitaria… pero, ¿tendrá la voluntad de hacerlo bien?

Nota de cierre: resulta curioso que el gobernante de Antioquia, elegido con el aval del Partido Liberal, esté implementando medidas esencialmente conservadoras que restringen los derechos civiles a cambio del “decoro y las buenas costumbres”. ¡Bravo por el Partido Liberal! ¿qué importan ya las ideologías cuando se tiene el poder y la burocracia?

Artículo publicado originalmente en el periódico El Mundo de Medellín el 10 de marzo de 2016.