La vida es un camino que se construye con cada paso que se da. Basados en la máxima de que no hay caminos para la paz, sino que la misma paz es el camino, pues entonces, con cada paso que damos, podemos elegir la paz como sendero y guía de nuestra existencia.

Elegir la paz no sólo implica aplicarla consigo mismo, sino con el entorno. Y es aquí donde aparecen principios universales como la defensa de los Derechos Humanos y, con esto, la aceptación de un acuerdo fundamental de convivencia: la Vida es Sagrada y es el máximo valor que la humanidad debe salvaguardar.

Tristemente, nuestro territorio nacional se ha desarrollado, históricamente, con el precepto de que otros valores (como mi opinión personal o mis argumentos, mi propiedad personal o mis objetos, entre otros) son más importantes que la Vida del otro. De ahí que hayamos convivido y aún convivamos en nuestra cotidianidad, a veces de forma cómplice, con los atentados, el sicariato, la violencia política y, en general, toda forma de homicidio.

Citando a Mahatma Gandhi, quien afirmaba: “no me asusta la maldad de los malos sino la indiferencia de los buenos. No se puede ser genuinamente no violento y permanecer pasivo ante las injusticias sociales”, queda claro, entonces, que cualquier movilización por la defensa de la Vida es una acción necesaria para quienes eligieron la paz como su camino.

La defensa de la Vida debe ser un principio universal. Sin condiciones. Sin letra menuda. Incluso, con la esperanza de la evolución del pensamiento del ser humano, este principio debe extrapolarse a las especies animales, con fundamentos éticos y científicos que permitan a la especie humana vivir sin la utilización de la vida animal como recurso.

Por esta razón, la invitación de Corpovisionarios y del profesor Antanas Mockus, es tan pertinente para nuestro país. Así como también resulta predecible que un sector de nuestra democracia, más cercano a la tradición violenta que nos ha caracterizado, sea reacio a aceptar la evolución de la discusión sobre la paz en Colombia, cuando la pregunta ya no es ¿a quién hay que matar o con quién hay que acabar para vivir en paz?, sino ¿cómo podemos aceptar nuestras diferencias, perdonar nuestros errores y asumir la responsabilidad sobre nuestro futuro en paz?

Toda persona que haya elegido la paz como camino de vida, tiene el deber moral de caminar por la Vida. No solo es la marcha del 8 de marzo, es la responsabilidad con la coherencia en sus acciones, de modo que la defensa del principio “La Vida es Sagrada”, sea mucho mas que una pancarta que quede guardada en un rincón al final de la jornada.

Nota de cierre: agradezco al periódico EL MUNDO la oportunidad de este espacio quincenal que inicia hoy, con miras a ser un espacio basado en el respeto, la Verdad, la Noviolencia y la conversación ciudadana sobre lo público.

Columna publicada originalmente el 26 de febrero de 2015 en el periódico El Mundo.