“Los colombianos debemos asumir nuestra propia inestabilidad como consecuencia de la decisión tomada en el plebiscito”.

No había un plan B, confesó la canciller María Ángela Holguín. Y a juzgar por las declaraciones dispersas, diferentes y en algunos casos hasta contradictorias, tampoco los promotores políticos del NO parecen preparados para ofrecer una alternativa clara después de los resultados del plebiscito del pasado domingo. Parece que nadie se lo esperaba, o al menos así nos lo quieren hacer creer…

Colombia vive en medio de la incertidumbre. Se asumen pocas responsabilidades y los principales actores políticos en este momento, a saber, el Gobierno, las Farc y los voceros del NO, se tiran la pelota de un lado a otro del campo, a la espera de que alguien tome la iniciativa y marque el paso de los demás. Cada decisión es un cálculo y el mundo mira con atención y asombro un desenlace inesperado que implica un nuevo comienzo…

Un camino inexplorado y oscuro, preferido por una mayoría bastante ajustada… un NO que también es una incertidumbre porque en algunos casos se traduce en un no a los acuerdos, en otros en un no a las Farc o también en un no al gobierno de Juan Manuel Santos. Todo y nada. Un rechazo sin muchas propuestas pero sí con muchos canticos absurdos como aquel de “la dictadura se va a caer”…

Después de estar un año en España, puedo decir que las sociedades pueden vivir en medio de la incertidumbre. Los españoles llevan desde el 21 de diciembre de 2015 con un gobierno en funciones y discutiendo, como en bucle permanentemente, cuál será la salida al bloqueo parlamentario que no permite la conformación de un gobierno definitivo. Y aunque estamos hablando de dos realidades diferentes, el sentimiento es exactamente el mismo y el resultado…

Aunque se pueda vivir en medio de la incertidumbre, se tiene que pagar un precio muy caro. Para continuar con el paralelo, los españoles lo están pagando con un estatismo que no permite tomar decisiones importantes y que mantiene vivo el fantasma de una crisis no superada; viven en un país que ha perdido un año para aplicar las reformas necesarias que generen empleo, que le hagan frente al desafío independentista catalán y que busquen el restablecimiento del Estado de bienestar para sus ciudadanos…

Los colombianos debemos asumir nuestra propia inestabilidad como consecuencia de la decisión tomada en el plebiscito. Si los sectores políticos que lideraron el NO en las elecciones de este domingo lo quieren, nos dispondremos a casi dos años de falsas negociaciones y acercamientos que solo buscarán ganar tiempo para que sea en las elecciones presidenciales del 2018 cuando se defina todo. Si las Farc lo quieren, aprovecharán este tiempo para reagruparse y redefinir su estrategia militar, porque sencillamente no están derrotadas y, como es lógico, no aceptarán una paz que pase por encima de sus condiciones…

Y el gobierno de Juan Manuel Santos, deslegitimado en su causa política más importante, derrotado ante una comunidad internacional que no se explica cómo pudo perder el plebiscito y desnudo –luego de demostrar una vez más que su “Unidad Nacional” no es más que un remedo de engranaje político interesado en tener el poder y punto–, no está en condiciones de aplicar ninguna reforma que repercuta en el bienestar de los colombianos… es decir, está condenado a ser un gobierno sin rumbo…

Preferimos que nada cambiara… pues muy bien, nada ha cambiado. Seguimos siendo los mismos y algunos hasta se enorgullecen de seguirlo siendo…

Columna publicada originalmente en el periódico El Mundo, el 6 de octubre de 2016.